lunes, 19 de noviembre de 2012

DE PATITAS A LA CALLE




Son alrededor de 35 mil los perros que encuentran su hogar en las calles cordobesas. Las consecuencias abarcan desde el deterioro de la calidad de los mismos, hasta comprometer la salud publica. Las autoridades poco hacen al respecto.


“Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis”, así cantaba la Farolera que tropezó y en la calle se cayó. Tal vez contaba perros y se tropezó con alguno, quizás fue esa la verdadera razón y dio nacimiento al famoso cántico. Por lo menos esa podría ser la verdadera versión cordobesa, con el único detalle de que la canción no terminaría ahí, porque son más, muchísimos mas de dieciséis.
                Si bien la gran cantidad de perros callejeros y su diversidad de colores, razas, tamaños nos hacen perder la cuenta cada vez que salimos a la calle, es una verdad indiscutible que al menos con un par nos encontramos. Y aun así nos quedamos cortos.
                La cifra de perros callejeros que vagan por la capital cordobesa no es exacta, pero rondaría los 35 mil. Las causas son múltiples: abandonos, mudanzas, viajes, el cachorro creció y perdió su encanto, los niños se aburrieron, hay dificultad para mantenerlo, la perra tuvo cachorritos y no se pudo encontrarle hogar a todos, entre otras tantas razones que nos hacen preguntar si el hombre es también el mejor amigo del perro, o la relación es unilateral.

Aunque nos crucemos de vereda
Los perros y el problema persisten. La vida de estos animales merece las mismas condiciones que cualquier ser vivo y lamentablemente el que no posee un dueño comprometido, no puede gozar de un techo y un buen plato de comida. El efecto de esto: en última instancia, la muerte del animal por la falta de alimento y `por la misma vida a la intemperie.
Un tema preocupante son los accidentes con vehículos, sobre todo en zonas cercanas a rutinas o calles transitadas.
En cuanto a la seguridad de las personas, el tema redunda en los ataques callejeros a peatones (los niños y ancianos son los mas vulnerables), ciclistas o motociclistas. Las mordidas son peligrosas, ya que pueden transmitir enfermedades, o dependiendo de la zona, ocasionar alguna lesión irreparable.
Por otro lado, en términos sociales, es una cuestión de salud pública. Las bolsas de basura rotas por éstos animales generan suciedad. Otro punto importante, es que éstos animalitos funcionan como vehículo para la propagación de enfermedades, al encontrarse sin vacunaciones y en pésimas condiciones de higiene.
La solución a la vuelta de la esquina
Las soluciones están mas cerca de lo que se cree, el inicio de una campaña de castración o esterilización a largo plazo, sería el principio del fin de los perros en la calle, o al menos, reduciría las cifras. Se estimaría que una vez iniciada la campaña, se demorarían unos cuatro años hasta lograr los grandes resultados.
Al esterilizar todo perro que se cruce en el camino, la reproducción disminuiría y sería más fácil encontrar hogares para los canes que no tengan uno.
Las campañas de castración han sido muy reducidas, y las que se han emprendido, han sido por parte de agrupaciones sin fines de lucro ayudados por algunos veterinarios solidarios comprometidos con la causa. Desde el Municipio se contribuye poco, y cabe destacar que no existe ningún departamento que abarque esta problemática.

Total existe la perrera…
Las perreras son refugios transitorios donde se reciben cientos de perros, pero que lejos de ser una buena alternativa, suman mas problemas de los que quitan: grandes cantidades de gastos y egresos, carencia de personal voluntario, condiciones de infraestructura precarias, hacinamiento de los animales caldos de cultivo de enfermedades, son solo algunos ejemplos.
Pareciera que la existencia de estos lugares deja la conciencia tranquila de la sociedad y las autoridades. Lamentablemente es solo un eslabón más en el problema de los perros en la calle, que lejos de aplicar el principio de no maleficencia, se encuentra mas cerca de las películas Hollywoodenses de perros y perreras que de mito no tienen nada.

Compromiso social
Se ha comprobado que la palabra compromiso provoca pánico en muchas personas.  En éste caso el compromiso no requiere de anillos ni de altares, pero da pánico igual, en la misma cantidad en que se lo necesita. De abajo para arriba y de arriba hacia abajo brilla por su ausencia.
Desde la persona que deja en la calle a su mascota; pasamos por las organizaciones intermedias como el Colegio de Veterinarios y agrupaciones independientes, que no se ponen de acuerdo; y finalizamos en el organismo Municipal (hasta ahora inexistente) que no toma las medidas que se requieren.
De la toma de conciencia social se encargan las distintas asociaciones (como Animal Soy y  Patitas de Perro) que hacen oír sus voces en algunas manifestaciones callejeras, y también contribuyen a la difusión por medio de las redes sociales. 
El camino es largo. Todavía falta derribar la barrera de los intereses económicos y lograr una política municipal de cambio.
Aun así, no hay que perder la fe. La solución está sobre la mesa.-

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